¿Crees que cada vez es más habitual que las personas mayores de 40, en incluso gente de 50 y 60, siga saliendo de fiesta, haciendo cosas muy parecidas a la que hace la gente de 20/30?
No creo que los patrones de ocio sean superponibles transgeneracionalmente entre personas adultas, pero sí que el mercado del ocio intente cubrir y abarcar segmentos más extensos de población, que incluyan edades mayores, promoviendo actividades que tradicionalmente han estado más asociadas a jóvenes, como las fiestas y salidas nocturnas.
Además del interés netamente consumista que pueda haber en explotar un mercado emergente y cada vez más numeroso (habida cuenta la tendencia demográfica poblacional), considero no menos relevante el culto a la juventud que impera en nuestra sociedad occidental. Aparentar ser joven y mostrarse juvenil es un valor en auge, que tiene su contrapunto en el rechazo a envejecer y a los signos que lo delaten. Valores que también, no está de más decirlo, guardan estrecha relación con la sobrevaloración de la imagen y la figura corporal, la persecución enfermiza de la delgadez y la lucha implacable contra las arrugas.
Un reciente informe de la OMS (2014) sobre el consumo de alcohol y salud mundial considera determinantes los factores ambientales para explicar el uso de alcohol. Entre ellos enumera el desarrollo económico del país (a mayor riqueza, mayor consumo de alcohol entre sus habitantes, menor número de abstemios y consumos episódicos más elevados), la accesibilidad, y la implicación y eficacia de las políticas nacionales hacia el alcohol. Si la permisividad diera cuenta del aumento del consumo de alcohol entre personas de más de 40 años, por ejemplo, no se explican las diferencias que aún se observan entre géneros, niveles socioeconómicos o edades, dado que la permisividad social hacia los efectos del alcohol sería la misma en todos los casos.
¿Es posible empezar a sufrir adicciones a esas edades más tardías?
Cualquier persona a cualquier edad es susceptible de desarrollar una dependencia a sustancias psicoactivas o una adicción social (juego, internet, móvil, etc.). Se considera que los factores ambientales (culturales, sociales y familiares) son los que desempeñan un papel más relevante en el inicio del problema adictivo, al predisponer al individuo a entrar en contacto con la sustancia o con la conducta en cuestión, ya sea por la permisividad hacia las mismas, su fácil acceso, la aceptación social con la que cuenten o los usos y costumbres del entorno. Sin menoscabo de la participación de cambios neuroquímicos responsables de los fenómenos de tolerancia y de dependencia fisiológica en el caso de las sustancias potencialmente adictivas, en todas las adicciones (con o sin sustancias) son determinantes en su mantenimiento los procesos de aprendizaje conocidos como reforzamiento positivo y negativo, que dan cuenta del fortalecimiento de un patrón de conducta a partir de los resultados que produce en el individuo. Centrándonos en las sustancias, al principio es habitual que el principal motivo para consumir sea el disfrute o el estado de euforia/excitación/sociabilidad que producen sus principios activos durante la intoxicación (reforzamiento positivo). Pero una vez que el sistema nervioso se ha habituado estos efectos, su duración y potencia decrecen, y suelen emerger sensaciones opuestas propias de la deprivación de la sustancia (nerviosismo, irritabilidad, tristeza), que desaparecen con el consumo (reforzamiento negativo).
¿Crees que el consumo de alcohol y drogas de los mayores de 40 está relacionado con un uso menos «recreativo» de las mismas? ¿O tienen las mismas motivaciones que la gente de 20 o 30, esto es, divertirse?
Aunque el patrón de consumo de alcohol ha cambiado en las dos últimas décadas en España y en otros países mediterráneos, pasándose de un consumo promedio de alto riesgo a un patrón más típicamente anglosajón denominado binge drinking (consumos excesivos en una misma ocasión), datos recientes recogidos en encuestas sobre población general revelan que el consumo habitual en edades comprendidas entre 45-64 años sigue correspondiéndose con el tradicional. Este patrón de consumo promedio de alto riesgo se caracterizaría por la ingesta regular de, al menos, 40 gr. de etanol (componente principal del alcohol) al día en los hombres y de 24 gr. en mujeres, durante los últimos 12 meses. Lo presentan con mayor frecuencia varones, nacidos en España y con menor nivel educativo. Por alto riesgo se alude a la probabilidad de desarrollar problemas derivados del consumo (dependencia, enfermedades o lesiones).
Este patrón descrito es característico de las denominadas wet cultures, aquellas culturas -como la nuestra-, en las que el alcohol está integrado en la vida cotidiana, acompañando comidas y acontecimientos sociales, las bebidas son fácilmente accesibles y hay pocos abstemios. Teniendo en consideración este dato, se puede suponer que la motivación que inclina al consumo está relacionada fundamentalmente con el uso social del alcohol, que no deja de ser recreativo, aunque quizás no busque principalmente los efectos psicoactivos de la intoxicación alcohólica.
¿Crees que son los problemas de salud, y la dificultad mayor para aguantar la resaca, el principal motivo por el que la gente deja de salir? ¿O el consumo se va reduciendo sólo por una cuestión «social»: «ya no tengo edad para emborracharme y salir de fiesta?
Supongo que influyen aspectos tanto fisiológicos como psicosociales. Por una lado, es un hecho bastante generalizado que las personas a medida que van cumpliendo años, especialmente cuando se rebasa la treintena, refieren menor resistencia para realizar salidas nocturnas frecuentes y de duración prolongada , y tardan más en reponerse físicamente ante el desfase del ritmo de sueño impuesto por trasnochar. Por otra parte, suele coincidir (aunque no necesariamente) con la edad en que otros compromisos y obligaciones (trabajo, hijos, tareas domésticas) imponen restricciones a las salidas “sin horario de regreso a casa”, ya sea por el cansancio que supone compaginarlas o por la responsabilidad moral de cumplirlas. Por último, pero no menos importantes, hay que considerar el cambio en las preferencias por las actividades de ocio y aficiones, que no se mantienen constantes a lo largo de la vida, lo cual puede deberse tanto a las expectativas sociales (“no tienes edad para…”) como a la evolución de los intereses y valores personales. Como decían los mayores, puede que haya “una edad para cada cosa”.
José Antonio Tamayo Hernández. Psicólogo colegiado número: M-18960
Leave A Comment