¿Se puede tratar el alcoholismo sin promover la abstinencia?
Por definición, el tratamiento de los trastornos relacionados con el consumo de alcohol (abuso y dependencia) busca la consecución de la abstinencia total o parcial; esto es, que el consumidor alcance un mayor control en su uso, bien a través de un beber moderado o restringiéndolo completamente.
Respecto al síndrome de abstinencia propio de muchas dependencias alcohólicas, caracterizado por la aparición de síntomas y signos de carácter opuestos a los de la intoxicación (e.g. hiperactividad autonómica, temblor distal en manos, ansiedad, insomnio, náuseas o vómitos) tras disminuir o interrumpir la ingesta, suele ser objeto de abordaje farmacológico (habitualmente, tiaprida, tetrabamato, clometiazol) en la fase de desintoxicación. La finalidad consiste en mitigar el este síndrome de abstinencia al alcohol y/o evitar la aparición del delirium tremens.
Algunos pacientes del método Sinclair aseguran que han logrado dejar de beber de forma compulsiva sin necesidad de dejar el alcohol del todo. ¿Es posible?
Quizás sea precipitado sacar conclusiones sobre la eficacia de una intervención a partir de informes aislados de pacientes, sin contar con estudios clínicos controlados y aleatorizados que pongan a prueba este método y lo comparen con otros alternativos aprobados actualmente (además de incluir el placebo y la ausencia de tratamiento). Asumiendo la presunta eficacia del método Sinclair, todavía debe dilucidarse cuál o cuáles son los factores específicos responsables de su éxito.
Por otro lado, desde hace años existe la modalidad del beber controlado como una opinión terapéutica a tener en cuenta en el tratamiento del alcoholismo, especialmente indicado para pacientes que no deseen renunciar del todo al consumo y que no presenten grave descontrol, sin psicopatología asociada, y con buen apoyo social.
Los promotores del método Sinclair creen que los médicos de cabecera podrían recetar Naltrexona para tratar el alcoholismo sin que los pacientes tengan que acudir en busca de ayuda específica, algo que según sólo hacen uno de cada diez pacientes. ¿Es una buena idea?
El abordaje ambulatorio desde la atención primaria por parte de médicos de familia puede ser suficiente en aquellos casos más leves y menos cronificados, y que no presenten otras complicaciones psicológicas, sociales o médicas asociadas, en cuyo caso sería conveniente el tratamiento más especializado desde psiquiatría y psicología clínica.
El método Sinclair ha encontrado bastante resistencia desde grupos como Alcohólicos Anónimos que creen que el único camino para combatir el alcoholismo es la abstinencia. ¿Qué hay de cierto en ello?
La abstinencia total sería la opción más adecuada cuando el paciente lo demande, presente una dependencia severa con serias dificultades de autocontrol, aqueje otra problemática psicopatológica o médica asociada, no cuente con apoyo social, o haya fracasado anteriormente en el seguimiento de un programa de beber controlado.
Una de las críticas que se ha hecho al método es que los que acuden a él tienen que tomar Nalxetrona siempre que decidan beber, pues si no pueden recaer en el alcoholismo. ¿Puede ser peor el remedio que la enfermedad?
Está claro que el seguimiento indefinido de un fármaco no puede presentarse como curativo, aunque pueda ayudar a reducir o eliminar los síntomas. En cualquier caso, toda intervención de una adicción a sustancias debe pasar por una fase de desintoxicación, otra de deshabituación y una última de prevención de recaídas. En estas dos últimas es fundamental el tratamiento psicológico, que cuenta con terapias suficientemente contrastadas y que están reconocidas como empíricamente validadas, tales como la Aproximación de Reforzamiento Comunitario, el Entrenamiento en Habilidades Sociales de Afrontamiento y Prevención
José Antonio Tamayo Hernández. Psicólogo colegiado número: M-18960
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