El sueño en la infancia

El sueño es uno de los hábitos más saludables y beneficiosos para nuestros hijos y para nosotros. Un niño bien descansado es un niño más feliz, y ¡unos padres bien descansados, una maravilla!

Un sueño reparador contribuye a un aumento de energía, vitalidad y una mejor salud física y psíquica. Además, en nuestros pequeños la actividad cerebral que se desarrolla por la noche, favorece el desarrollo madurativo de su sistema nervioso. Por todo ello, es fundamental que sigamos unas pautas y hábitos de sueño en la rutina de nuestros hijos.

El sueño es una cuestión que inquieta mucho a los padres, y son muchos los especialistas que han abordado el tema, siendo sus opiniones de lo más dispares.

La mayoría de los niños se despiertan por la noche. El problema está en que son muchos los que solicitan la presencia materna o paterna para volverse a dormir. Esto se debe principalmente a que, sin darnos cuenta, enseñamos a nuestros hijos a asociar el dormir con la presencia de alguno de los progenitores. Si los niños se duermen en brazos de los padres, mientras se les mece o se les canta o mientras se les da de comer, cuando se despierten por la noche necesitarán que se reproduzcan las mismas condiciones para poder conciliar el sueño.

Es importante que desde pequeñitos enseñemos a nuestros hijos a dormir. Marcar un horario de sueño y cumplirlo. Acostarlos cuando aún están despiertos, acunarlos, cantarles, leerles un cuento,… pero abandonar la habitación cuando aún estén despiertos así evitaremos que asocien dormir con presencia materna o paterna.

Por un lado, están los métodos que consideran que los niños tienen que aprender a dormir solos. El estandarte de esta corriente es el libro «Duérmete Niño» de Eduard Estivill y Sylvia de Béjar. Recomienda establecer una rutina para irse a dormir, y posteriormente el niño debe quedarse sólo en su habitación, incluso aunque llore. En este caso, para entrar a consolarle, el libro establece una tabla de tiempos de espera.

Por otro lado, están los que consideran que no hay que enseñar a dormir a los niños, que «los bebés ya saben dormir desde antes de nacer», tal y como plantea «Dormir sin lágrimas», de la doctora Rosa Jové. Esta autora considera que no se debe desatender el llanto de un niño. Por lo tanto, recomienda el colecho (dormir con los padres) y lactancia materna a demanda.

Hay un camino intermedio entre estos dos, como por ejemplo el planteado por Jo Frost, la autora del libro «Pregúntale a Supernanny». Aunque el trasfondo es muy similar al del «método Estivill», propone una técnica de separación progresiva para que el niño vaya aprendiendo a dormirse solo poco a poco.

Una vez planteadas las diferentes posturas, la duda que surge es ¿cuál es el mejor? Vamos a ver primero las principales críticas y problemáticas que puede presentar cada uno, y al final os daré mi visión personal sobre el asunto.

  1. Duérmete niño. La principal crítica que recibe este método es que hay que dejar llorar al niño. Muchos opinan que es ocasionarle un sufrimiento innecesario que puede acarrear problemas posteriores (miedos, inseguridad…) Otra cuestión que plantea dudas es que es un método bastante estricto en su forma de aplicación. Se le tacha de frío en la manera de consolar al niño cuando llora en la cama (no permite tocarle y cogerle, sólo hablarle), aunque en alguna entrevista posterior el autor ha manifestado que cada familia puede adaptarlo.
  2. Dormir sin lágrimas. No todas las parejas llevan bien lo de dormir con su hijo. La pareja necesita su momento de intimidad, y no me refiero únicamente a las relaciones sexuales (que son muy importantes), sino también a la comunicación en la pareja. Para muchas parejas éste es el único momento del día en que están tranquilos y relajados para contarse sus cosas.

Otro aspecto que plantea dudas es cuándo deja el niño de dormir con los padres. Rosa Jové afirma que a partir de los cuatro años (como mucho a los seis) los niños piden dormir solos. ¿Qué sucede en los casos en que no lo piden? El libro plantea que, si el niño se despierta durante la noche y es lactante, hay que ponerlo al pecho, tenga hambre o no. Muchos pediatras no están de acuerdo. No siempre que un niño llora es porque tiene hambre por lo tanto, si no tiene hambre ¿por qué consolarlo con comida?

Cuando un padre me pregunta cómo puede conseguir que su hijo duerma bien, le cuento la existencia de las dos corrientes. Pero si quieren saber mi opinión personal les digo que las propuestas de la doctora Jové no me convencen. Es tentadora la idea de que tu hijo no llore, pero no soy partidaria del colecho (salvo en casos muy concretos, como enfermedades, miedos, etc.). Los niños, al igual que los padres, necesitan su espacio, y necesitan aprender a tolerar ciertas frustraciones. Soy más partidaria del «método Estivill», aunque adaptándolo en algunos aspectos. La manera de consolar al niño resulta demasiado fría. Se puede coger al niño, mecerlo y acariciarlo, siempre y cuando establezcamos un principio y un fin, por ejemplo acompañándolo de una canción.

De todos modos, el sueño de un niño no es una cuestión matemática, por tanto, ningún método puede dar soluciones mágicas. Simplemente, dan pautas que luego el sentido común de cada uno tiene que adaptar a su propio caso.

Aunque es una tarea que muchas veces no se tiene en cuenta, dormir es un hábito, y como tal, los niños han de aprenderlo de la misma manera que les enseñamos a comer o a hablar. Los trastornos del sueño durante la infancia son muy frecuentes: ansiedad antes de acostarse, pesadillas, despertares en mitad de la noche, resistencia a meterse en la cama o incluso orinarse, son inconvenientes que experimentan hasta el 30 por ciento de los niños de entre seis meses y doce años.

Aunque es fácil prevenir estas conductas siguiendo una serie de pautas sencillas, es importante saber reconocer y tratar estos problemas con rapidez, ya que los niños sufren con especial intensidad este tipo de trastornos. Los peques requieren de grandes dosis diarias de descanso, y el déficit de sueño o la mala calidad del mismo ocasionan cambios en su conducta que pueden interferir en su desarrollo físico y psicológico.

¿Qué podemos hacer?

Dormir bien es un hábito que hay que enseñar. Insistir o castigar al niño que se resiste a meterse en la cama, puede resultar contraproducente para que adquiera un hábito de sueño saludable.

Es importante que el dormitorio sea un lugar tranquilo y acogedor, en el que poder descansar del tirón toda la noche. Mantener la habitación a oscuras y con la temperatura adecuada (17-20ºC) favorece en gran medida el sueño de los más pequeños.

Al contrario de lo que puede parecer, realizar alguna actividad física antes de dormir no favorece la conciliación del sueño. Un buen baño, al contrario, puede servir de relajante antes de meterse en la cama.

Las cenas copiosas provocan digestiones pesadas, lo que impide descansar profunda y sosegadamente. Alimentos estimulantes, como la cafeína o el chocolate, también dificultan que los peques se vayan a la cama.

El uso de tecnologías a última hora del día (televisión, videoconsola, Internet…) estimulan a los niños, por lo que es preciso evitarlas a partir de las ocho de la tarde.

En caso de encontrarnos con un grave trastorno del sueño, es fundamental consultar a un pediatra, ya que, en ocasiones, este tipo de problemas requieren de tratamientos específicos que deben ser impartidos por un profesional.

A los niños de 1 ó 2 años, les gusta jugar más que dormir. Para hacerles dormir en esta etapa, lo mejor es calmarles leyéndoles libros de cuentos infantiles al acostarles. O simplemente cantarles alguna «nana».

En la edad preescolar lo mejor es relajarles jugando con la imaginación. Pídales que cierren los ojos y se imaginen en algún escenario de la historia que le vas a contar. En un bosque, o en la isla del país de Nunca Jamás, o nadando en el fondo del mar…….

A los niños de edad escolar, la rutina estará muy determinada. Pero eso no quiere decir que un día el niño no vaya a salir con la suya. Lo mejor para relajarles es leerle historias o que las lean ellos mismos.

Si existe la necesidad en el niño de dormir con un muñeco, una mantita, o simplemente con el chupete, hay que respetarle. Muchas veces el niño necesita de algo que le dé más seguridad. Y eso es lo que más necesitan los niños para tener una buena noche de sueño.

Natalia Ortega de Pablo.    Psicólogo colegiado número: M-18017

2017-10-25T21:23:21+00:00

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