Hace unas semanas hablábamos de lo indefensos que pueden estar los menores a la hora de ser victimas de cualquier tipo de violencia o abuso, y de sus consecuencias, sobre todo a nivel psicológico. Pero ¿qué pasa cuando una persona adulta es víctima de violencia?
La violencia es cualquier acción u omisión cuyo propósito vaya dirigido a causar un daño físico, sexual o psicológico a otra persona o a uno mismo. La violencia física puede tomar forma de pelea, agresión con algún objeto o daños físicos aparentemente leves, como podría ser un agarrón. La violencia psicológica es la más habitual y la más sutil, y toma la forma de amenazas, insultos, motes, chantajes, aislamiento, rechazo y expresiones de menosprecio. Así, existe también violencia indirecta, es decir, dirigida a enseres u objetos de la víctima, con el fin de afectarla psicológicamente. En el ámbito familiar también encontramos violencia económica, que se refiere al control del patrimonio por una sola persona creando dependencia e indefensión, afectando a la supervivencia económica de la víctima.
Encontramos los dos ámbitos más habituales donde las personas adultas son víctimas de todos los tipos violencia:
- Violencia intrafamiliar: se trata de una violencia que ocurre dentro del hogar y tiene lugar cuando un miembro de la familia perjudica de forma intencionada la integridad física, sexual o psicológica de otro miembro. Con el adulto como víctima, podemos encontrar maltrato entre los miembros de la pareja y maltrato de hijos a padres. Este tipo de violencia está muy mediada por sentimientos que hacen que se silencie y se esconda, como pueden ser el amor, la vergüenza, la culpabilidad o la dependencia.
- Violencia laboral: se trata de violencia ocurrida dentro del trabajo, y es cualquier acción u omisión dirigida a causar daño físico, sexual o psicológico a un trabajador. Podemos encontrar acoso, aislamiento, abuso de poder, etc., dentro de cualquier tipo de trabajo.
Se destaca el caso de la violencia machista o de género como la más habitual y estudiada, debido a la gran cantidad de víctimas y su situación normalizada hasta no hace muchos años. La violencia machista es la violencia dirigida exclusivamente a las mujeres por el simple hecho de serlo, es decir, por ser inferiores al hombre dentro del pensamiento machista. Puede darse en los dos ámbitos que hemos nombrado y se caracteriza por la gran dependencia que generan hacia su agresor, sintiéndose realmente inferiores.
Una vez más, al igual que con la violencia infanto-juvenil, encontramos que, aunque podemos sufrir agresiones violentas de carácter grave por parte de personas desconocidas, la mayor parte de la violencia que sufren las personas se da en entornos conocidos, como son el hogar y el trabajo. Espacios de los que no es nada fácil escapar y cambiar la situación. Esto provoca situaciones de violencia continuada con consecuencias psicológicas importantes.
Una situación continuada de violencia en una persona adulta afecta a su salud física y psicológica y podrá causar dificultades en sus relaciones sociales y familiares, en particular. También dirige a la persona hacia conductas autolesivas, como el abuso de sustancias o los intentos autolíticos. Puede ser el desencadenante de gran cantidad de trastornos psicológicos, como cualquier trastorno de ansiedad, del estado de ánimo, de personalidad; incluso psicótico, bipolar y, particularmente, estrés postraumático.
Un trabajo multidisciplinar con una persona que este saliendo de una situación de violencia continuada es esencial para su recuperación y adaptación a su nueva vida; y el trabajo psicológico será esencial para ello. Ayudará a reconstruir su autoestima y sus expectativas respecto a lo que es capaz de conseguir por si misma.
Escarlata Patier Llop
Psicóloga sanitaria col. nº M-34.027
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