Las emociones son nuestras fieles compañeras constantemente. Allá donde vamos, van con nosotros/as y se desencadenan sin control. No decidimos estar contentos/as, tristes o enfadados/as, sino que nos sentimos así en base a las circunstancias. Pero ¿qué es una emoción?, ¿es posible controlarlas?
Según la RAE, una emoción es “una alteración del ánimo intensa y pasajera que va acompañada de cierta conmoción somática”. Es decir, que a pesar de que sea algo pasajero, deja una sensación en nuestro organismo que va a ser más o menos intensa dependiendo de la fuerza de esa emoción. Hay multitud de emociones, pero la mayoría pueden obtenerse a partir de combinaciones de las más básicas: alegría, tristeza, ira, miedo, asco y sorpresa.
Antes de pensar cómo podemos manejarlas para no vernos sobrepasados/as, hay una serie de mitos que me gustaría desmontar:
- “Hay emociones malas”: no existen emociones malas, todas forman parte de nuestra naturaleza, todas son necesarias y tienen un sentido adaptativo.
- “Debemos reprimir las emociones”: no expresarlas no las hará desaparecer. En ocasiones, y si lo hacemos a menudo, puede desencadenar síntomas como malestar, insomnio, falta de concentración, ansiedad, entre otros.
- “Expresar mis emociones me hace ver débil”: todos/as tenemos la necesidad de expresarnos y buscar la empatía de nuestros iguales. Aceptarnos, tal como somos y sentimos, es un gran síntoma de fortaleza.
- “Si atiendo a una emoción negativa puede hacerse permanente”: todas las emociones vienen y van, permitirnos sentirlas no las hacen más permanentes, sino todo lo contrario, facilita su gestión.
- “Si me enfado no estoy razonando bien mi emoción”: cuando estamos sintiendo una emoción (como la ira, en este caso) no podemos pararnos a razonar y esto no significa que estemos haciendo una mala gestión. Es necesario dejar que la emoción siga su proceso natural y razonar cuando la intensidad disminuya.
A todos/as nos puede resultar fácil, según la situación, expresar la emoción de alegría, por ejemplo. Pero la cosa se complica cuando una emoción nos hace sentir incómodos/as. Es en estos casos cuando podemos aplicar técnicas de ventilación emocional como la siguiente:
- Dedica un instante a parar y preguntarte “¿qué me pasa?”, “¿qué estoy sintiendo?”
- Trata de identificar la emoción que estás sintiendo y de ponerle nombre. No hace falta tener un gran conocimiento de lenguaje técnico, esto puede adquirirse con la práctica. Para empezar, puedes tratar de identificar las emociones básicas y elaborar a partir de ahí emociones más complejas.
- Date permiso para sentir esa emoción y trata de aceptarla.
- Exprésala de la forma más saludable posible como, por ejemplo, llora si estás triste o descarga si estás enfadado/a con ejercicio u otra actividad física. Si la situación no te permite este tipo de expresión, escribir siempre es una buena forma de expresión privada de las emociones.
- Evalúa si estás siendo amable contigo mismo/a y si hay algo que esté en tu mano para cambiar la situación.
- Date las gracias por estos minutos que estás dedicando a escucharte y gestionar tus emociones.
Como hemos visto, sentirnos mal al experimentar ciertas emociones y tener sensaciones negativas no es algo preocupante, sino algo propio de nuestra naturaleza. La diversidad de las emociones que sentimos en el día a día nos permite valorar lo que realmente importa y lo que nos hace sentir bien. Sin embargo, si en algún momento vital te ves sobrepasado/a por las emociones, no eres capaz de gestionarlas o algunas permanecen en el tiempo haciéndonos sentir mal constantemente, puede que sea el momento de pedir ayuda. Ya hemos visto que la imposibilidad de expresarlas o gestionarlas adecuadamente puede desencadenar consecuencias negativas para nuestro bienestar físico y mental. Un profesional de la psicología puede ayudarte en esos momentos.
Escarlata Patier Llop
Psicóloga general sanitaria col. nº: M-34.027
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