¿Cuál es mi mayor temor? ¿El dolor o dejar de existir? ¿Plantearme morir o no morir? ¿Desear desaparecer…tiene un plazo de tiempo? ¿Puedo creer que mi dolor de ahora no es eterno? Necesito llegar a los confines de mi sufrimiento. Pero no veo sus límites. ¿Dónde están? ¿Acaso los hay? Estoy amarrado a un cabo suelto, como réplica a mi súplica, estoy encadenado y cayendo al mismo tiempo, contradicción al descubierto. Tal vez sea el vértigo de querer y no querer morir. ¿Es que no quiero? Si hubiera alguien a quien poder gritar, pero solo estoy yo con mi pensamiento, no soy más que mi perezosa idea de muerte. A pesar de todo, silencioso, callado, para no molestar, sigo estando. Si las cosas cambian alrededor, ¿por qué no lo hago yo? Cambiar con ellas, jugar a esconderme de mi idea de no vivir. Pero no de morir. ¿Es lo mismo? Quizás seguir adelante a través de esta angustia. Traspasarla. Estoy cansado, agotado. Pienso cuánto cambiará mi muerte o si es que lo hará. Todo parte de un solo movimiento. Pero si estuviera jugando al ajedrez, no perdería o ganaría con uno solo. ¿Juego a jugar una partida en que está en juego alguna pieza más? Esto será real tanto si me quedo como si me voy. Estoy hueco. Estoy vacío. ¿Alguna vez he conectado realmente con algo? Pensé que sí. Si lo pensé aquella vez, puede que entonces fuera real. ¿Puedo contar cuántas cosas son reales en mi vida? No solo ahora sino cuántas lo fueron, incluso las que podrán ser. Lo que será si no muero… ¿Hay mucho detrás de mí? ¿Qué habrá delante de mí? Lo que viene después también será real. Bajo tu influjo, maldita idea de muerte, me estoy muriendo asfixiado por las dudas. Pero… no lo estoy haciendo, porque si estoy luchando contigo estoy viviendo contigo. ¿Qué más da si no te vas ya? Estás conmigo, puedo entenderte, me duele, pero dejarás de doler y entonces no importará que haya pensado en ti. Porque seguiré siendo. Quiero seguir siendo, quiero poder encontrar lo que hay después de mí conmigo. Idea… ¿solo estás tú? Yo no soy tú, no me identifico contigo. No soy un suicida. Pienso en ti, que no es lo mismo. Habla, pues, déjate de estar y sé lo de antes, lo de ahora y lo de después. Curiosidad, alimento de existencias, también tú me llenas y comprendes, que no quiero irme sin conocerte, sin descubrir tu influencia. Te sigo, vida, te anhelo, eso soy, aunque no crea estar todavía contigo. Seré después…
Puedes escribir tus puntos suspensivos, los hay, tal vez escondidos tras el dolor, pero ahí están. Mientras los buscas, habla de ello con alguien que tengas cerca: un familiar, un amigo, un compañero de trabajo y prueba a consultar a un profesional, médico o psicólogo.
Un pensamiento se acompaña de otros que necesitas reconocer, otras ideas que se dirigen en diferentes direcciones, como las elecciones que tomas. Como sucede con los pensamientos, no estás solo, aquellas personas que te han acompañado de una forma u otra, a través de tus circunstancias, pueden ayudarte a ver los diferentes caminos que hay. La existencia de estas posibilidades te conducirá a la salida. Ponte de su parte, favorece los diferentes sentidos de tus pasos.
Tú, amigo, abuelo, compañero, padre, caminante, hijo o ciudadano libre del mundo, importas muchísimo más que una sola idea. Mira más allá, todo aquello que eres además de ella, desconecta de tu sufrimiento durante unos instantes, puedes hacerlo. Date tiempo, lo tienes, cógelo y acaricia cada instantánea de lo que te sorprendió sonriendo.
Puedes salir de tu propia idea de morir, no eres ella, solo estás pensando en ella. La idea no siempre estuvo ahí, tú sí que estabas y eras antes de ella, por lo que estarás y serás también después. Cierra los ojos. Respira. Existes, no hay que pedirlo. Descubre así, tan solo estando, qué hay después del dolor, que nunca se queda. Concede un deseo. Quédate conmigo.
Ana Muñoz Vélez
Licenciada en Psicología col. nº: M-36247
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