¿ESTOY TENIENDO UNA CRISIS DE ANSIEDAD?

 

¿Alguna vez has sentido que te faltaba el aire? ¿Has tenido la sensación de que el corazón se te salía del pecho o notado una fuerte presión? ¿náuseas, mareo, llanto incontrolable…? ¿No sabías por qué te estaba pasando todo esto y pensabas que podrías morirte ahí mismo?

Pues bien, muy probablemente hayas tenido una crisis de ansiedad.

La buena noticia es que estas crisis no son mortales, por mucho que nos pueda parecer lo contrario. Así que puedes seguir leyendo este artículo teniendo la certeza y la tranquilidad de que no vas a morirte de una crisis de ansiedad.

Estas crisis también se conocen como ataques de ansiedad o ataques de pánico. Consisten en un súbito crecimiento de la sensación de ansiedad, acompañado de miedo, malestar intenso y síntomas físicos. Estas crisis se dan de forma repentina, alcanzando su nivel máximo en apenas unos minutos. Sin embargo, otra buena noticia de las crisis de ansiedad es que son pasajeras, por tanto, se van igual que vienen. Sólo es cuestión de tiempo.

¿Cómo puedo identificar una crisis de ansiedad? Estas crisis se identifican por los síntomas físicos que las acompañan, siendo los más comunes:

  • Palpitaciones o aumento de la frecuencia cardíaca.
  • Sensación de ahogo y respiración agitada.
  • Opresión en el pecho.
  • Sudoración o escalofríos.
  • Náuseas o molestias gastrointestinales.
  • Mareo o sensación de desmayo.
  • Sensación de irrealidad.
  • Sensación de entumecimiento u hormigueo en la cara o extremidades.

Además de estos síntomas físicos, es común sentir un miedo intenso, al percibir que perdemos el control sobre nosotros/as mismos/as y sobre nuestro cuerpo. También, es muy frecuente pensar que puedes morir en ese instante, puesto que una crisis de ansiedad puede confundirse fácilmente con un infarto (y más si es la primera vez que la experimentas).

Pero, recordemos: los ataques de ansiedad no son mortales.

Ahora bien, aunque no sean mortales, estos episodios sí son desagradables y muy molestos, eso no os lo vamos a negar.

También, es frecuente que, tras vivir una crisis de ansiedad, las personas puedan desarrollar una preocupación intensa ante la posibilidad de que la crisis se repita. De esta forma, se puede llegar a evitar situaciones o lugares donde se piense que es probable que se produzca un ataque de ansiedad. Aquí es donde entraría el problema, porque esta evitación de lugares y miedo puede ir aumentando cada vez más, hasta que llega un punto en que la persona deja de realizar muchas de las actividades que antes realizaba de forma cotidiana, aislándose y experimentando un malestar intenso en su día a día.

Ahora llega una pregunta que quizás muchos ya os hayáis planteado a estas alturas:

¿Cómo debo actuar ante una crisis de ansiedad?

Lo primero y más importante es identificar los síntomas y el malestar que estemos experimentando como lo que son: manifestaciones de la ansiedad. Así, podremos recordarnos que estas sensaciones no son dañinas ni peligrosas, simplemente desagradables. Nada peor o más grave puede ocurrirnos.

Como comentábamos al principio del artículo, las crisis de ansiedad son súbitas y pasajeras, por tanto, el nivel máximo de ansiedad se alcanza a los pocos minutos y puede mantenerse un tiempo, pero, después comienza a disminuir de forma gradual. Por ello, la actuación más acertada ante una crisis de ansiedad es, simplemente, dejarla pasar. Ante estos casos, conviene observar nuestro cuerpo y las sensaciones que acompañen a la crisis, sin juzgarlas, dándoles tiempo y esperando a que desaparezcan.

Quizás esta respuesta os desagrade, porque implica aceptar que habrá que experimentar los síntomas tan molestos de estos episodios. No obstante, la otra opción es intentar luchar, evitar o huir de los síntomas, pero esta solución suele empeorarlos. Por tanto, resulta necesario aceptarlos, experimentarlos sin darles más importancia de la que realmente tienen y esperar a que poco a poco remitan. Porque siempre remiten.

Por último, cuando veas que el pico de ansiedad comienza a remitir, también es útil centrarse en la respiración. Para ello, prueba a inspirar profundamente por la nariz, notando como el aire llega hasta el abdomen. Después, suelta el aire por la boca, despacio, de forma similar a soplar a través de una pajita. Repite este ejercicio, centrando la atención en la respiración. Hasta que, poco a poco, todo vuelva a la calma.

Inés Laso Castelo

Graduada en Psicología

 

By | 2021-07-01T07:41:41+00:00 julio 1st, 2021|Blog|0 Comments

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