Depresiones, manías y bipolaridades II

En el artículo precedente presentamos la naturaleza, características y causas de los trastornos bipolares, para ofrecer, a modo introductorio, una panorámica general. En esta segunda parte nos detendremos en conocer las posibles manifestaciones precoces que anticipan la aparición del problema (ya sea en fase depresiva o en maníaca), y en presentar los tratamientos que han demostrado su eficacia en el manejo de los síntomas y en la prevención de recaídas.

La detección precoz

Cuando se habla de manifestaciones tempranas o precoces de un episodio bipolar, se hace referencia a cambios más o menos sutiles en el comportamiento, el pensamiento, las emociones o las sensaciones de la persona, que no son habituales en su funcionamiento habitual cuando se encuentra estable, y que suelen predecir la aparición de uno de estos episodios en días o semanas, si no se interviene a tiempo.

Algunos ejemplos, en el caso de un episodio maníaco, podrían ser la aparición de nuevos intereses (aficiones, gustos o proyectos) o recuperación de intereses antiguos, la aceleración en la manera de hablar y comportarse, el incremento del nivel de energía, la disminución de la necesidad de dormir las horas de sueño habituales, la impaciencia o irritabilidad, el aumento del deseo sexual, o el cambio repentino de costumbres o hábitos (como la forma de vestirse). Respecto al episodio depresivo, es bastante habitual que aparezca la disminución de la motivación o el interés, la reducción del disfrute o satisfacción con lo que se hace, el cansancio, el malestar físico, el aumento de las horas de sueño, o el sentimiento de vacío.

Puede ser útil confeccionar un listado personalizado de unos 10 “síntomas precoces”, en el que se incluyan aquellos cambios característicos en cada caso particular, que ayude a su correcta identificación. Se tendrían en cuenta aquellas manifestaciones que la persona suela presentar de manera regular y típica días o semanas antes de un episodio, y se definirían de forma clara y precisa. La identificación de dos o más de estos cambios durante al menos tres días seguidos, constituiría la señal de alarma que avisaría de la necesidad de contactar con el profesional de referencia (pidiendo cita o adelantándola) y de poner en marcha un plan de acción previamente consensuado con este profesional para tratar de frenar la progresión de estos cambios a los síntomas del episodio.

En esta tarea de detección precoz es recomendable contar con la colaboración de una persona de confianza (un progenitor, hermano o pareja), que pueda ayudarle en la identificación temprana de las manifestaciones depresivas o maníacas del trastorno bipolar, dado que en muchas ocasiones la persona afectada tiene dificultades para el reconocimiento de estos cambios.

 

Tratamientos eficaces

Los tratamientos de elección para los trastornos bipolares, que han demostrado ser eficaces por acumular suficiente evidencia científica, incluye los fármacos eutimizantes, la psicoeducación, y la terapia cognitivo-conductual.

Los fármacos eutimizantes están indicados para mantener la estabilidad del estado de ánimo a lo largo del tiempo, reduciendo el riesgo que se produzcan nuevos episodios y, en caso de que ocurran, disminuir la gravedad y la duración de estos. Entre los más utilizados se encuentra el litio, el valpropato, la carbamazepina, la oxcarbazepina y la lamotrigina, sujetos todos ellos a prescripción médica especializada. Si bien es cierto que pueden producir efectos secundarios (como el temblor, retención de líquidos, molestias gastrointestinales o aumento de peso) y alguno de ellos requiere de la realización periódica de análisis de sangre para controlar los niveles plasmáticos, su eficacia en la estabilización de los síntomas bipolares compensa su utilización y los convierte en la estrategia terapéutica de primera línea. Es especialmente importante el cumplimiento de la dosis pautada por el médico especialista, pues la interrupción de la toma está asociada a un alto riesgo de recaída en los seis meses posteriores, mayor probabilidad de ingresos hospitalarios y un aumento del riesgo de resistencia al fármaco (ineficacia cuando se vuelva a tomar).

En algunos casos, para el tratamiento de los episodios maníacos se suelen pautar fármacos neurolépticos (como el haroperidol, la clotiapina, la olanzapina, la risperidona o la quetiapina); de manera similiar que para el tratamiento de episodios depresivos o mixtos (depresivos y maníacos) se pueden llegar a utilizar fármacos antidepresivos (como la imipramina, la clomipramina, la fluoxetina, la paroxetina, la sertralina o el citalopram), en combinación con los eutimizantes.

Por otra parte, los tratamientos psicológicos (psicoeducación y terapia cognitivo-conductual) ofrecen numerosas ventajas que hacen recomendable su combinación con el tratamiento farmacológico. Entre ellas se pueden destacar las siguientes:

  • Educar al paciente y familiares sobre las características del trastorno, su mantenimiento y las dificultades asociadas a éste.
  • Facilitar la adherencia a la medicación prescrita, eliminando los obstáculos que dificultan su cumplimiento.
  • Ayudar a identificar los “síntomas precoces” de los episodios maníacos y depresivos, para favorecer una intervención temprana que evite la recaída o limite su gravedad.
  • Proporcionar estrategias no farmacológicas para afrontar los síntomas de la manía y la depresión.
  • Enseñar habilidades para el manejo de factores de riesgo de recaídas (evitar el abuso de drogas, mantener una regularidad en los hábitos y manejar adecuadamente el estrés).

José Antonio Tamayo Hernández

Psicólogo sanitario col. nº M-18.960

By | 2020-01-03T13:14:31+00:00 enero 3rd, 2020|Blog|0 Comments

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