Hipersensibilidad emocional

Entrevista completa del extracto publicado en la revista Buena Vida del diario El País

 

-¿Por qué algunas personas sienten las cosas con más fuerza que otras?

La explicación última de la hipersensibilidad emocional probablemente recaiga en factores biológicos, aunque es innegable que los factores ambientales (cultura, sociedad, modelos de aprendizaje y experiencias individuales) modelan la experiencia y expresión de las emociones. Un estudio reciente publicado en 2014 por psicólogos de la Universidad de Stony Brooks en Nueva York, en el que se tomaron imágenes del funcionamiento cerebral a través de resonancia magnética funcional (RMf), reveló que los participantes con sensibilidad más alta mostraban patrones de activación más potentes en respuesta a imágenes emocionales (caras alegres o tristes). Este tipo de evidencias nos hace sospechar que, de la misma manera que las personas varían en agudeza visual, discriminación auditiva, razonamiento espacial o en otras capacidades sensoriales y cognitivas, también pueden hacerlo en la capacidad para percibir las emociones.

 

-Un estudio de mayo de este año («Neurogenetic Variations in Norepinephrine Availability Enhance Perceptual Vividness,” publicado en Journal of Neuroscience) constató que las personas con la variante genética ADRA2b mostraban más actividad en la región del cerebro responsable de regular las emociones y analizar el placer y el sentimiento de amenaza. ¿Hasta qué punto nuestro grado de sensibilidad viene marcado de nacimiento?

Los resultados del estudio citado en la pregunta precisan el conocimiento que ya se disponía sobre las áreas cerebrales implicadas en la hipersensibilidad emocional. Sabemos que las variaciones en el funcionamiento y/o estructura cerebral tienen su origen en diferencias genéticas y ambientales, que interactúan influyéndose mutuamente, lo que hace difícil identificar su contribución particular por separado. Las principales estructuras cerebrales postuladas son:

– Las neuronas espejo: situadas en la corteza frontal inferior del cerebro, cerca de la zona del lenguaje, están relacionadas con la empatía y con la habilidad para captar, procesar e imitar el comportamiento de los demás (incluidas sus emociones). Parecen mostrar una activación más alta y continua en las personas con alta sensibilidad emocional desde su infancia.

-La ínsula: alojada en el interior del cerebro y perteneciente al sistema límbico, esta estructura tiene una función básica en la producción de las emociones y ofrece una actividad más aumentada en la hipersensibilidad emocional.

No podemos conocer el momento en que las características del funcionamiento de estas estructuras se encuentran totalmente definidas porque la plasticidad neuronal posibilita una continua ductilidad del comportamiento, lo que hace que pueda modificarse ante las influencias del entorno. No obstante, esta versatilidad no es absoluta y viene constreñida por los límites que impone la biología, de manera que es mayor en la etapa prenatal y en los primeros años de vida, y va disminuyendo con el desarrollo sin llegar nunca a desaparecer.

 

-Si los genes tienen algo que ver con la sensibilidad de las personas, ¿cuál es el papel que juega el entorno?

Es un error común entender la acción de la herencia y del ambiente de manera independiente y separada, como si actuaran en momentos diferentes del desarrollo y fuera posible conocer su contribución concreta. La realidad es más compleja y revela una intrincada relación de influencias genéticas y ambientales desde la etapa prenatal, con un peso mayor de las segundas a partir del nacimiento. De manera general, el entorno puede influir en la expresión diferencial de algunos genes (epigenética), lo cual puede manifestarse en las características morfológicas y funcionales de las estructuras cerebrales codificadas por dichos genes. Estas características, junto a los estímulos del entorno, condicionarán la emisión del comportamiento de la persona.

Volviendo a la pregunta, si los genes dan cuenta de las diferencias en la sensibilidad emocional entre individuos, el entorno ambiental contribuye al aprendizaje, expresión y regulación de las emociones. Podemos entenderlo mejor si utilizamos la analogía de la alfarería y tomamos a los genes como el tipo de arcilla y al ambiente como los distintos elementos que actúan sobre ella para darle forma.

Las emociones constituyen respuestas funcionales a distintos estímulos del ambiente que posibilitan una adaptación a sus demandas, siendo similares en cualquier personas en toda cultura y sociedad. En el caso de las emociones básicas o primarias (alegría, tristeza, ira, miedo, asco y sorpresa) también las compartimos con otras especies animales, lo que apunta indiscutiblemente a un origen evolutivo común, mostrando mayores semejanzas cuanto más próximo sea el parentesco filogenético. Es en la expresión de las emociones donde se hace más evidente el papel de la cultura, sancionando los usos y modos apropiados dentro de una comunidad a la hora de reconocerlas, diferenciarlas, nombrarlas y manifestarlas. De igual manera, la cultura es en gran parte responsable de la formación y modulación de las emociones secundarias, como la vergüenza o la culpa.

 

-¿Qué son las personas altamente sensibles?

La personalidad con alta sensibilidad (PAS) configura un rasgo caracterizado por una conciencia aumentada y un umbral más bajo para la detección de las sutilezas de los estímulos, tanto físicos (ej. luces y sonidos) como sociales (ej. rostros, detalles de la conducta interpersonal); un procesamiento más exhaustivo de la información emocional, y una mayor reactividad a los estímulos positivos y negativos. Las personas con alta sensibilidad emocional destacan por su elevada intuición, empatía y por su capacidad para captar las sutilezas de las señales que les rodean, aspectos que pueden resultar imperceptibles para otras personas. Sin embargo, esta hipersensibilidad característica de la PAS no sólo potencia la vivencia de las situaciones agradables o de los aspectos estéticos del mundo; de igual manera, les predispone a percibir con más intensidad los estímulos aversivos, tales como luces y ruidos estridentes, olores desagradables, o el desorden. También en el ámbito de las relaciones sociales pueden percibir la forma habitual de comportarse la gente como superficial e insensible, lo cual puede hacerles sentir raros, diferentes o incomprendidos.

Cada vez se dispone de más evidencia que refrenda la existencia de este concepto, y que relaciona la aparición de estas conductas con la participación específica de genes, reacciones fisiológicas y patrones de activación cerebral.

 

José Antonio Tamayo Hernández.    Psicólogo colegiado número: M-18960

2017-10-25T21:19:56+00:00

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